sábado, 5 de junio de 2021
Reseña "El campamento" de Blue Jeans
miércoles, 26 de mayo de 2021
Reseña "Perdimos nuestro camino'
domingo, 23 de mayo de 2021
Reflexiones sobre pandemia mundial.
Marzo 2020. Pandemia mundial. Cuarenta estricta. Cáscaras
vacías cayendo sobre el mantel.
Ya no habrá reuniones. Ya no más salidas.
Me da vértigo pensar que ya nada va a ser igual.
Dejamos de trabajar unas semanas para refugiarnos en
nuestras casas. Creyendo que pronto todo pasará.
Ingenuidad completa.
Sentir felicidad por disfrutar los pequeños detalles como ir
a sacar la basura o bajar al hall del edificio para ver caer la nieve.
Hemos vivido una pausa necesaria. O eso creemos.
Lo primero que quería hacer cuando el mundo sane es ir a
abrazar a mi familia. Viajar para verlos, sonreír y escuchar sus anécdotas.
Compartir juegos, charlas y una rica merienda. Contarles a
mis sobrinos que el tiempo es efímero y que nada se compara con estar cerca de
los que más queremos.
Y de pronto, ya no hay quehaceres en nuestras casas ni
prisas.
El aburrimiento se apodera de nosotros.
Jugamos a la play con Luigi. Vimos Netflix. Vimos Amazon.
He leído algún par de libros. Hecho tiktoks, pasar de la
cama al sillón y del sillón al comedor.
Sacar la cabeza por la ventana para respirar aire puro. Tan
simple como eso.
Nos acostumbramos un poco a tener que usar tapabocas. O no.
Nos inventamos días felices. Salidas y viajes que algún día
podríamos llegar a realizar.
Publiqué mi primer libro “Palabas de tacto suave”. No hubo
feria del libro. No hubo presentación ni nada de todo lo que me había
imaginado.
Se vendieron algunos libros. Alegraron corazones a la
distancia. Acariciando con palabras los diferentes caminos de aquellas personas
que decidieron confiar en mis escritos.
Me refugié en la escritura. Las palabras siempre me
devuelven a la vida.
Volvimos a nuestros trabajos.
Luigi iba al supermercado. Yo me quedaba en casa
escribiendo. Vivimos esta nueva “normalidad” como si fuera una realidad
alterna.
Conocimos a nuestros vecinos. Y vivimos juntos desde el
embarazo hasta el nacimiento de Beltrán. Nos hicimos amigos.
Hemos visto cientos de películas de ciencia ficción pero nunca
nos imaginamos esto.
Me rompí en mil pedazos. Sané y me volví a romper.
Tuve miedo a salir de mi casa. Ansiedad y pesadillas.
Un día como cualquier otro me animé a seguir haciendo las
cosas que me gustaban. Y poco a poco logré a salir adelante.
Escribí mucho. Comencé mi segundo libro. Y dejé en pausa la
novela que estaba escribiendo para enfocarme en mi autobiografía.
Me repetí mil veces a mi misma: no pasa nada. Vos podes.
Entre tanto remolino de la vida, comenzamos a hacer vivos
con Pablo. Y gracias a Instagram, fuimos compartiendo lecturas sin pensar
demasiado.
Comencé con vergüenza sin saber que hacer o que decir.
Supongo que hablar siempre les resulto difícil a los escritores.
Compartimos meriendas y escritos con los seguidores, con los
conocidos, con los familiares y amigos. Creando
un domingo diferente a base de sueños y esperanza.
Por un caso positivo en el trabajo de Luigi, pasamos año
nuevo solos.
A la distancia, celebramos por videollamada. Brindamos y nos
fuimos a dormir.
A veces cuando me tocaba salir a hacer mandados y no había
nadie en la calle, me bajaba un poquito el barbijo para respirar y era como
renacer.
Que la vida era dura lo sabíamos, pero que había que luchar
por ello nos costaba creer.
El tiempo se esfuma en nuestros manos. El agotamiento mental de vivir así, la buena compañía
y una lista interminable de las que cosas que quiero hacer y no hago.
Teletransportarse no es una opción y lo único que nos reconforta
es saber que nuestras familias están bien.
Pienso en huir, lejos. Poco a poco las actividades vuelven a
florecer.
Disfrutamos de salir.
Vamos a pescar. Aún sin éxito. Observamos la naturaleza, gozamos del silencio, la paz.
Romper con el presente para crear felicidad. Nos damos
cuenta de lo preciado que es respirar. Una acción tan fuerte y poderosa.
La incertidumbre y el tiempo pasa.
Luego de un año y un par de meses, volví a abrazar a mis
papás. A jugar con mis sobrinos, a sonreír con mis hermanas y mi cuñado.
Y eso. Me lleno por completo.
Hice diferentes terapias, cursos, mandalas. Pinté cuadros.
Mire crecer los edificios que construyen frente al nuestro.
A veces tengo mucho miedo y no me queda otra que guardar
silencio.
A veces tengo silencios, cosas que callar, y no me queda
otra que guardar mucho miedo.
Hoy volvemos a vivir una cuarentena similar. La nueva rutina
aún nos sigue pareciendo desconocida y aunque me encanta estar en casa y sentir
el silencio al caminar por las calles, extraño la multitud. Ver sonreír a la gente.
Disfrutar de una pizza de apio con mis suegros y la tía sin tener que preocuparse por el uso del barbijo.
Sólo nos queda abrir
los ojos. Sentir la nueva luz que entra cada mañana por la ventana. Un nuevo
día que nos trae esperanza de que todo pase.
El mundo sanará y nosotros también.
-
Lía Julieta Pérez-
Sueños perdidos
No creía poder comprenderlo. Perdida entre mis propios pensamientos, soñaba todos los días con encontrar la verdad de este sentimiento.
No veía quién. No sabía cómo. Simplemente me perdía. Asi era. A diario.
Tenía miedo, no podía dormir, comencé a rezar para que mi angustia no desbordará. Hablé con mis abuelos. Sí. Con mis cuatro abuelos. Les pedí que por favor me ayudaran a descansar bien.
Y me quede dormida. Comencé a soñar que estaba en la casa de ellos, miraba por la ventana y estaban construyendo un edificio. Alto bien alto. Antes se podían ver las montañas. Ahora, la estructura no lo permitía.
Cada día nos levantábamos y el edificio crecía más y más. No recuerdo el nombre de la empresa que lo llevaba a cabo.
Simplemente me despertaba todas las mañanas, y crecía. No paraba de crecer.
Una mañana, mire por la ventana y mi papá me pidió que lo ayudará a armar la mesa redonda.
Fuimos al living, todo estaba oscuro. Armamos la mesa. Estabamos felices, mientras yo me seguía preguntando porque el edificio no paraba de crecer.
Pregunté al resto acerca de mis inquietudes. Todos parecían encontrarlo normal.
"Los edificios se construyen con rapidez. La tecnología lo permite y la empresa está pagando muy bien a los albañiles"- me respondía mi hermana.
Quisiera creer que era eso. Pero para mí, se debía a otra cosa.
Podrían llamarlo magia, brujería, milagro, tantas palabras para poder mencionar aquel efecto que me hacía soñar cada mañana.
Llegó un punto que ya no podía ver el sol.
La casa se oscurecía cada vez mas y mas.
Allí estaba yo, con las plantas creciendo alrededor mío, con las personas grises observándome sin que nadie lo notara.
Allí estaba yo, en un mundo completamente normal con hechos completamente anormales.
Los días pasaban y mi vida se convertía en un vaiven de emociones encontradas.
Salidas sin sentido.
No lograba nada más que fingir que todo iba bien. Pero las situaciones comenzaron a desbordarse cada vez más.
El espectro se acercaba a mí todas las noches y yo sólo cerraba los ojos bien fuerte para no detenerme en su mirada penetrante.
sábado, 22 de mayo de 2021
Instagram Live
Kit de emergencia. Libros que pueden salvarte.
En mi mente sigo soñando con el día en el que respirar y compartir sean parte de nuestra rutina.
-Pequeña Esquimal-
"Quiero huir del mundo. Sentirme valiente y llena de paz. Volver a encontrarme a mi misma.Me he perdido. He visto el sol en la oscuridad y aún hay veces que caigo en la penumbra"
-Pequeña Esquimal-
Lía Julieta Pérez
Agotar la memoria, dejar a un lado el espejo retrovisor.
Empaquetar el miedo, respirar. Poner en calma la vida"
Lía Julieta Pérez.
-Lía Julieta Pérez-
Palabras de tacto suave
Unboxing "Palabras de tacto suave" por Cami Oderda.
Sencillo
-Pequeña Esquimal-
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Consejos para escritores
"Nos aterra la posibilidad de ser nosotros mismos frente a una hoja en blanco. La inspiración que se esfuma como un rayo en plena oscuridad y la angustia que genera el simple hecho de "no poder".
Muchas veces me ha ocurrido que mi mente se apaga pero sé que en el fondo llevó esa energía que me permite volver a brillar.
Hay que sacar ese prejuicio inconsciente que nos hacemos de nosotros mismos y enfrentarse al papel.
No es necesario encontrar un lugar perfecto y ni ser Bécquer para poder escribir.
Observar la risa de un extraño, la mirada triste del acompañamiento de un auto Incluso el movimiento de las hojas de un árbol.
Adentro mío hay paz y desorden. Cuando no puedo convivir con ambos, escribo.
Colecciono palabras para despertar del mundo, invento días felices e imagino mares de dudas que calman la prisa.
Estoy segura de que vos, del otro lado de la pantalla, vas a encontrar ese hilo perdido y mientras el tiempo se congela, te saldrán las palabras. Y que bien". - Pequeña Esquimal-
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